AGUA IGUAÇÚ


El primer día en Argentina pesqué un resfriado que me duró todo el viaje. La mitad del tiempo llovió torrencialmente, pero todos los días y todas las noches, sin excepción, hubo un frío tenaz. Me sorprendió que hiciera tanto frío en Iguazú y en Foz, la frontera con Brasil me sugería calor. Además, los meteorólogos prometían días soleados de 20 a 23 grados. La verdad es que nunca me sentí por encima de los 10, y la sensación de hielo me tomó de cuerpo entero, y por sorpresa. Son muy distintos 20 grados en Colombia donde llamamos invierno a la época de lluvias, a 20 grados en un país donde el invierno es polar. 


Me gustó mucho encontrar este territorio selvático en Argentina, no me lo esperaba; me había construido la imagen de que todo en Argentina eran tierras cultivables, pero la verdad que es un área muy natural. Las cataratas es un sitio turístico, organizado para turistas con cafeterías, restaurantes, y caminos en acero y madera, a lo largo del sendero que nos lleva a ver los distintos parajes en que el agua se precipita violenta. Hay muchos sitios hermosos como para quedarse allí unas horas a contemplar, a meditar, a replantearse la vida. Pero, es un camino muy transitado, una corriente humana que te lleva. Sin duda el lugar más majestoso es al que llaman “La Garganta del Diablo”. 


Se puede ver, oler, sentir y ser lavado intempestivamente por el agua que sube a contracorriente. El camino te acerca tanto a la Garganta que da vértigo. El sonido del agua enfurecida, el color blanco por la densidad del agua, la imagen de descenso en picada que arrastra tu mirada, contrastan con otros pequeños chorritos de agua cristalina que bañan con suavidad el suelo frágil cubierto de musgo, y con las mariposas que vuelan felices, y se posan en las gotas de agua que han caído sobre los turistas. De salida un camino interminable sobre los ríos Iguazú y Paraná, tomamos el tren, todos atónitos, todos con la amabilidad subida, reconciliados con la vida. 


Las cataratas están entre Argentina, Brasil y Paraguay. Del lado argentino hay más territorio, pero no puede uno dejar de ir por el lado brasileño. Llovía mientras yo caminaba frente a las cataratas. De hecho, quedé ensopada, como todos los que hicimos la caminata, pero no tanto como los que se atrevieron al canotaje. Allí lo más impresionante es subir al ascensor, la vista de las cataratas mientras asciendes, y luego desde varios metros arriba es espectacular: Me atrapó de nuevo el vértigo cuando quise ver lo que había en mis pies, una malla metálica por la que se colaban a la distancia agua, piedras, un precipicio. 



Escrito por Olga Rojas, Julio 2009





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