La carreta de los docentes ocasionales

La carreta de los docentes ocasionales

Dadas las condiciones laborales con las que conviven, no pueden investigar. Al no hacerlo, el saber que imparten puede quedar cojo.


La carreta de los docentes ocasionales

La Universidad Nacional de Colombia tiene congelada la planta docente desde 1992, sin embargo sigue creciendo en programas, sedes, y número de matrículas. Para cubrir las plazas profesorales que faltan se contratan docentes de manera temporal u ocasional. Estos contratos ocasionales son, entonces, el síntoma más visible y escandaloso de la desfinanciación de la UN.

Los docentes ocasionales, además de estar mal pagos y recibir salario por 8 de los 12 meses del año, no pueden investigar. ¿Qué implicaciones tiene esto? El resultado es que los ponen en la posición de hablar carreta en sus clases. ¡Unas clases universitarias desvinculadas de la extensión y la investigación no puede ser sino carreta! Los docentes ocasionales están impedidos, por el carácter de sus contratos, de hacer investigación y extensión, con todas las de la ley.

En las aulas universitarias colombianas es necesario pensar la realidad; investigar los factores que provocan problemas sociales, industriales y naturales. Por ejemplo, en un contexto como el de Ituango, con su hidroeléctrica, o frente a los retos que supone recoger la memoria del conflicto armado, conviene adelantar proyectos de investigación de ingeniería hidráulica, o de sociolingüística, según el caso. Así, mientras los docentes están pensando esas realidades colombianas, sus estudiantes estarán discutiendo esas preguntas, problemas y hallazgos en el aula; este es el modelo de educación con el que se desarrolla un país.

Pero, la Universidad Nacional se encuentra con el bache, con el obstáculo financiero, que supone tener un grupo muy numeroso de docentes ocasionales o temporales a quienes se les inhibe de participar en actividades de extensión e investigación. La razón es financiero-legal, porque no se puede destinar un monto de dinero público a un empleado contratado por cuatro meses. De este modo, esos docentes, por más esfuerzos y por más formación que tengan, no podrán, a plenitud, diseñar clases en las que vinculen la vida nacional con su aula.

Además, frente a la permanente tarea de orientar los perfiles profesionales de los estudiantes; los ocasionales no podrán, con toda generosidad, ir identificando nuevas preguntas de investigación y áreas de interés sobre las que sus estudiantes puedan orientar sus trabajos de grado, y por tanto, su perfil profesional.

Si bien, la mayoría de ocasionales tienen investigaciones adelantadas como tesis de maestría y doctorado, no siempre en las universidades hay cursos para enseñar el área en la que se centró esa investigación posgradual. Tampoco será muy estratégico comenzar una tesis de maestría siguiendo las pistas que dan los cursos que se han dictado porque estos no son cursos fijos.

Además, en los muy escasos concursos para entrar a la planta universitaria se requerirá experiencia investigativa que la universidad a la que se ha servido no incentiva, ni reconoce. Presentarse a concursos de investigación en Colciencias, que sería un camino para hacer investigación, requiere respaldo institucional; respaldo que no sería legal entregar a un empleado temporal.

Educar en un país joven que se transforma hacia la paz y la democracia plena obliga integrar la docencia con la extensión y la investigación. De modo que todos los docentes universitarios, sin excepción, deberían hacer parte de él, y tener reconocimiento económico y público por sus actividades de extensión e investigación, no solamente por la docencia.


Publicado en Las2Orillas

https://orcid.org/0000-0002-5796-1115

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