APRENDER UN CONCEPTO POR SU AUSENCIA



El fin de semana fungí como tallerista del Bachillerato para adultos, sobre el tema de Patrimonio Nacional. Tuve a mi cargo a 30 estudiantes de Capellanía y sus inmediaciones. Descubrí en las conversaciones con ellos que hay una cara del concepto de Patrimonio Nacional que no está incluida en el Convenio de la Haya de 1972, ni en los proyectos de la Unesco, ni en los programas de museología, ni en los estudios de García Canclini. Estos estudiantes son trabajadores, campesinos; hombres y mujeres, y viven con los sueños encriptados tras el cerco de la pobreza. ¿Qué puede significar para ellos Patrimonio Nacional?

        Hablamos sobre cómo surgió el concepto de Patrimonio Nacional, de la destrucción que dejan las guerras, identificamos tipos de Patrimonio, nos repartimos temas, en grupos prepararon presentaciones. Así, conocimos el monumento a Capellanía, un canasto que tiene un tamaño enorme reconocido por los premios Guiness, y que requiere de permanente atención a sus tejidos en Junco y Enea que sin embargo, se pudren por acción de la lluvia, sin que las autoridades se inmuten. Escuchamos acerca del río Ubaté, arteria del municipio, portador del líquido vital, que muere ahogado por desechos y mugre, desatendido por la CAR, sin propuestas pedagogías, ni didácticas de uso. Nos contaron sobre la Laguna de Fúquene, lugar de los antiguos Chibchas que pone un sello indeleble sobre el paisaje, pero que se pierde día tras día bajo el manto del buchón, la mugre, la desidia y el atraso. Así, íbamos extrañamente construyendo la idea de Patrimonio Nacional.

Luego, escuchamos a un grupo que creó mayor confusión. No surgía de sus palabras tímidas el concepto de “patrimonio”. Tres estudiantes de la Vereda de Palo Gordo, del municipio de Ubaté, departamento de Boyacá, Colombia, eligieron después de muchas pugnas internas, de escritura de borradores, contarnos sobre sus propias casas, lo que sería su patrimonio económico: chozas ínfimas, construidas con raudales de angustia y pocos materiales resistentes. Nos dijeron: “La casa de mi hermano tiene dos habitaciones pequeñas, en las que vive mucha gente”, “tenemos que pagar impuestos estrato 3 aunque no tenemos empleo”, “tenemos que rebuscarnos para pagar como sea”, “El dinero se nos va en pagos a la municipalidad”, “¿Por qué otros que viven en la opulencia son estrato 1, por qué nosotros que somos tan pobres somos estrato 3?”, “¿Por qué ellos pagan miserablesas al municipio, mientras a nosotros nos rasgan los bolsillos con impuestos?” El auditorio enmudeció, asintió, aplaudió.

Así, aprendimos que el Patrimonio Nacional puede entenderse por paradoja. El Patrimonio Nacional es todo aquello que no tengo, de lo que soy excluido. El Patrimonio Nacional es aquello que está ausente de mi propia vida, de mi historia. El patrimonio está en saldos rojos; ni la región, ni la nación, ni la historia responden con orgullo a las poblaciones, sus bellezas naturales, culturales, físicas, y económicas. Estos capellanences, construyen su identidad sobre injusticias y abandono.


Escrito por Olga Rojas, 2009

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